Pedro Mozos, cuya pintura se ha respetado siempre, ocupa un lugar propio en la encrucijada entre la tradición y la innovación. Se esforzó en expresar en el lienzo sus ideas sobre la naturaleza del arte, ideas que estaban enraizadas en la gran corriente clásica del arte occidental.
Durante su vida profesional, su independencia radical en criterios y en actitud lo hizo resultar muchas veces personalmente difícil, inclusive para sus propios valedores. Por otra parte, la obra de Mozos producía un cierto desconcierto por no acomodarse ni al naturalismo académico, ni a las apuestas vanguardistas, ni tampoco a las renovaciones figurativas de su época.